Imagínate, creíste que podrías hacer telenovelas y terminas haciendo campañas negras en contra de personas y empresas que se atraviesan en los intereses económicos y políticos de la televisora más grande de Latinoamérica. De horror, porque lo único que firma el joven whistleblower es, precisamente, un contrato de confidencialidad: no tiene prestaciones, debe extender su recibo de honorarios aunque claramente hay una relación laboral subordinada. Como siempre, se aprovechan de la necesidad, pues no hay trabajo y el poco que hay está para llorar. No hay futuro, por eso ya no quieren tener hijos.
Puede ser que se utilice el caso para terminar con la carrera de Carmen Aristegui, así como ya han acabado con la de Pedro Ferriz de Con (Televisaleaks un secreto a voces). Y pasar la ley de censura digital en sábado, es decir, La Cuatrote va a acumular más poder. La Agencia de Transformación Digital será el monstruo de La Doñita, que para eso quiere el régimen tus datos biométricos: The Mexican Big Brother (ATDT, el Ministerio de la Verdad de Orwell). Y el caso de demanda laboral del ex-empleado de Televisa se puede desechar con razón o sin ella, ya no hay Poder Judicial. Y a lo que sigue.
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